Por Mauricio Sulaimán-Presidente del WBC-Hijo de Jose Sulaimán
Mi primer viaje a Las Vegas fue cuando tenía 16 años, estudiaba la preparatoria en Boston, y mi papá me voló para acompañarlo en esa histórica pelea en la que Mike Tyson se convirtió en el campeón mundial de peso completo más joven de la historia, con 20 años.
Al llegar a La Ciudad del Juego o La Ciudad del Pecado, como comúnmente se le llama, quedé inmediatamente sorprendido por las luces de las calles y lo espectacular, que todo en sí, cautiva.
En ese entonces, existía el Caesars Palace, algunos otros hoteles en la avenida principal, como el Bally, Flamingo, Sahara y el Hilton, que es donde se celebró dicho combate.
Tuve la gran fortuna de vivir ese final de los 80, de manera íntima, en la que asistí a muchas carteleras que montó Don King, ¡la era de Mike Tyson y de Julio César Chávez!
En cada evento presentaban cuatro, cinco y hasta seis peleas de campeonato mundial, y con boxeadores de primerísima categoría como: Azumah Nelson, Julian Jackson, Terry Norris, Ricardo López, Gabriel Ruelas, Jesse James Leija, entre tantos campeones más.
Cada viaje a Las Vegas era una aventura nueva. Mi papá me llevó a ver a los famosos magos Siegfried & Roy en un salón pequeño del Hotel Riviera, también a ver un show de cabaret llamado Jubile, donde las bailarinas tenían los tradicionales vestidos con plumajes y los pechos descubiertos. ¡Wow!
Imagínense la emoción, pero la presión de mantener la cordura y verlo como un espectáculo fino…
Los restaurantes favoritos de mi papá estaban fuera del Strip, y era toda una aventura salir a cenar al Tillerman, al Piero’s o al Chin’s…
También conocí con mis hermanos la vida de noche; había una discoteca llamada Sharks, que era la sensación. Ir al centro de la ciudad, donde se encontraban grandes atracciones, museos, luces impactantes, una herradura en una vitrina, con un millón de dólares, y muchas otras atracciones más.
Fueron años de gran felicidad, además mi trabajo era quedarme en el cuarto a recibir llamadas, tomar mensajes y atender la multiplicidad de cosas que sucedían mientras mi papá se iba a la conferencia de prensa, entrevistas y pesaje. Hay que entender que en esa época no existía el celular, no había whatsapp, ni e-mails ni redes sociales…
De repente apareció un nuevo hotel, El Mirage, a fines de 1989, era algo inconcebible, con el volcán que hacía erupción, los jardines interiores, la gran pecera en recepción, los tigres en aparadores, el show de Siegfried & Roy, y con una gran variedad de restaurantes. Era de otro mundo, y precisamente se inauguró con la tercera pelea entre Sugar Ray Leonard y Roberto Mano de Piedra Durán.
El Mirage se convirtió en el principal lugar para boxeo, aún y cuando el Hilton y el Caesars tenían peleas, había gran competencia para ver quién se quedaba con la función de boxeo de Don King, Bob Arum y algunos otros promotores.
Hubo una pelea tan, pero tan importante que se tuvo que realizar en el Estadio de la Universidad de Nevada, en el Thomas & Mack Center, Julio César Chávez contra Héctor El Macho Camacho. Nunca se vio un lleno tan impresionante, los boletos eran considerados como oro puro, y miles de personas se quedaron sin poder entrar a ver al gran campeón mexicano demoler al boricua.
La ciudad empezó a crecer y crecer, cada viaje había nuevos hoteles, atracciones y gran diversidad de cosas que hacer. Llegó el MGM, que rompió el récord de más habitaciones con cinco mil cinco. Más adelante se construyó El Bellagio, después el Wynn, poco a poco dejó de ser el lugar que me cautivó, y mi capacidad de sorpresa se fue apagando con el tiempo.
No sé cuándo ni cómo fue que las cosas cambiaron. De repente ya no hubo salidas a shows ni a dar la vuelta, y ni siquiera al mall de compras. Todo se empezó a concentrar en estar en el hotel de la pelea, y atender todo lo relacionado y muchas cosas más de nuestro deporte.
El pasado miércoles llegué a Las Vegas para presenciar: Crawford vs. Spence, una pelea llena de expectativa mundial. Otra vez la ciudad está cambiando impresionante; Las Vegas Strip es la avenida principal y está en reconstrucción, pues llegará el GP de la Fórmula 1, y eso tiene de cabeza a todos.
También se inauguró una arena nueva llamada La Esfera, que resultó ser espectacular, y es nada más y nada menos, que U2, quien la va a inaugurar. En febrero de 2024 serán sede del Super Bowl (NFL); este año Golden Knights, equipo de hockey sobre hielo en el desierto quedó campeón (NHL), y ¡se está por cerrar el trato para traer un equipo de beisbol de las Ligas Mayores!
El mundo sigue su marcha, hay que disfrutar y adaptarse, y apreciar todo lo que podemos día tras día. No mirar hacia atrás ni tratar de comparar, mejor sentir y vivir el hoy y sacar lo mejor de cada momento.
Este sábado, Terence Crawford propinó una paliza a Erroll Spence convirtiéndose así en campeón indiscutido de peso welter, y posicionándose ante muchos como el boxeador líder en las listas de libra por libra.
El T-Mobile registró un lleno, función en la que también otros dos mexicanos brillaron: Alexandro Santiago venció al legendario Nonito Donaire para ganar el título mundial WBC, de peso pluma e Isaac Pitbull Cruz defendió su campeonato WBC plata, venciendo al invicto Giovanni Cabrera, y José Salas se dio a conocer con un tremendo KO, en cuatro rounds.
¿Sabías que…?
Terence Crawford es el primer boxeador en la historia en convertirse en campeón indiscutido en la división superligero y welter, al tener los cuatro cinturones en ambas categorías.
Anécdota de hoy
Mi papá fue una persona muy limpia, no fumaba y tomaba muy ocasionalmente una margarita o una copa de vino blanco; no era de pachanga y, sobre todo, no jugaba. “Mijito, mira estos hoteles tan lujosos, esas columnas y techos, y casinos. De ¿dónde crees que sale el dinero? Te pido que tengas mucho cuidado con el juego, puede acabar con la vida de cualquiera”, siempre nos dijo eso. Una noche, saliendo de cenar y al caminar por el casino hacia el cuarto, le dijo mi hermano Héctor. “Papá: ¿dime tu número favorito?”. “El cuatro, que era mi número en el beisbol”, le respondió.
Seguimos caminando, y pronto llegó Héctor emocionado: “¡Le pegaste, papá! Le metí a la ruleta y ganamos; aquí está tu parte”…