Por Mauricio Sulaimán – Presidente WBC – Hijo de José Sulaimán
En los muchos años que tengo el gran honor de escribir mi columna semanal, la semana pasada fue la única vez que no pude. Precisamente hace una semana nos dejó la mujer más maravillosa del mundo, mi Querida y Amada Madre Martha Saldívar Sulaimán se ha ido al camino sin retorno.
No hay edad, tiempo ni forma de morir, solo los que ya perdieron a su Madre podrán entender.
Hace un mes, mi Madre jugaba póker con sus amigas, su mayor placer, y todo estaba normal, después de unas molestias que pensamos que eran cuestión de cambio de medicamentos, la llevamos a hacerse unos exámenes, y en tan solo 30 minutos nuestra vida cambió, nos dijeron que el problema era un tumor grande y agresivo en el cerebro.
Dios es infinito y compasivo. Doña Martha nos dejó en tan solo tres semanas. Ella no sufrió y estuvo rodeada en todo momento de sus seis hijos y 14 nietos.
No encuentro palabras para expresar mi agradecimiento a todos y cada uno de los que nos apoyaron. Hemos recibido innumerables muestras de cariño a través de llamadas, mensajes, obituarios, publicaciones, flores y visitas al Panteón Francés en la Ciudad de México.
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¡Qué reconfortante es un abrazo, una mirada, escuchar una voz con palabras hermosas, recibir mensajes con escritos que salen del corazón y se alojan en el alma!
¡Gracias eternamente! Quisiera estar en este momento frente a cada uno de los que recordaron a mi Amada Madre, para agradecerles directamente por tanta bondad y cariño recibido. Kevin Noone viajó desde Tailandia; Ahmet Oener desde Turquía; Don Majeski y Jill Diamond, desde NY; Mike George desde Boston, Chico López desde Puerto Rico, Alberto León desde Nuevo México, Ray Mancera desde Texas, y muchos más.
Recibir condolencias se convirtió en un acto recíproco; Tuvimos que calmar y abrazar a varias personas que lloraban desconsoladamente la muerte de Marthita.
Mi madre fue una gran mujer, compañera de mi padre, y mucho más en las malas que en las buenas. Fue padre y madre, pues Don José viajó mucho a lo largo de su vida; entendió y abrazó el papel, y fue ella quien apoyó a una familia de seis hijos para que mi padre pudiera viajar por el mundo y revolucionar el mundo del boxeo, salvando así muchas vidas.
Nuestra casa recibió a todos, mis padres pusieron por delante la tradicional hospitalidad mexicana y desde que tengo memoria, mi casa siempre estuvo llena: Muhammad Ali, Don King, Leonard, Durán, Tyson, Chávez, Salvatore Cherchi, Mr Honda, Jimmy Lennon, Bob Arum, De la Hoya, y cientos de promotores y campeones desayunaban, comían y cenaban en casa.
Pero no eran sólo los campeones, también había humildes púgiles de provincias que no tenían donde dormir, entrenadores y managers, las puertas de la casa de Sulaimán Saldívar siempre estaban abiertas para todos.
¡Qué manera de cocinar! Don King llegaba directo a la cocina gritando: tengo mucha hambre. Se sentaba en la mesita, y se desvivía por los platos de doña Martha.
Roberto Durán, cada vez que me veía, preguntaba por ella y por las comidas de mamá. Desde desayunos uno a uno, bufets para 80 personas y hasta organizar la cena de fin de año para recibir a todos, como a los participantes en una pelea de box en El Toreo de Cuatro Caminos, a beneficio de los sobrevivientes de la explosión de San Juanico… Chávez, Macho Camacho, y toda su comitiva, cenaron pavo en mi casa, aquel 31 de diciembre de 1984.
Era una mujer de gran porte y elegancia, pero sencilla y con los pies en la tierra. Su pasión por servir a los demás la heredó de su familia, y era una gran aliada de quienes la buscaban para conseguir algo de mi padre.
Era una gran contadora de chistes, ocurrente, inteligente y amable. Todo aquel que tenía un problema se acercaba a ella para hablar, y así poder entender las dificultades del momento y terminar con esperanza e ilusión. Tenemos una larga lista de dichos que ella comúnmente entonaba en la ocasión apropiada.
Anécdota de hoy
Un viernes de 1983 recuerdo una casa llena en la mañana, decenas de personas desayunando de un gran buffet preparado por doña Martha: huevos a la mexicana, cerdo asado, chicharrón en salsa verde, suflé de flor de calabaza, nopalitos, hot cakes, quesadillas y todo tipo de frutas y ensaladas.
Mi casa fue el punto de reunión y luego fuimos a Cocoyoc para un simposio de medicina del boxeo, en el que participaron Ali, Don King, Omar Shariff y una gran cantidad de médicos y comisionados.
Ya saliendo, al despedirme, mi papá le dijo con mucho entusiasmo: “Viejita, ¡te pasaste de la raya! ¡Qué pasada! Todo estuvo maravilloso, muchas gracias, nos vemos aquí el lunes”. Y doña Martha le respondió: “José: necesito comprar algo muy importante, pero necesito tu autorización”.
Sin pensarlo, le respondió: “Compra lo que quieras Martha, por favor, no tienes que decirme nada”.
Martha dijo: “¿Seguro?”.
Don José respondió: “Claro, lo que sea”.
Mi mamá me llamó para que regresara un día antes, es decir, el domingo… Cuando llegué a casa, ella me estaba esperando en el salón de juegos con la batería que me había comprado…
Mi papá se había negado a comprarme el instrumento por el ruido que hace, y mi mamá me dijo que la única condición era tocar sólo cuando mi papá no estuviera.
¡Qué lindo ver y sentir cómo la gente recuerda a mi mamá! Sin duda, dejó una gran huella y vivirá en el corazón y la mente de muchas personas, y seguramente estará ahí en cada momento junto a mis hermanos Pepe, Lucy, Güero, Fery y Clau; las nueras y el yerno, los 14 nietos y miles de personas, a quienes tocó con sus actos de amistad y bondad.
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