Por Mauricio Sulaimán/ Hijo de José Sulaimán / Presidente del WBC
El boxeo está lleno de héroes, de historias increíbles que nos contagian de fe y esperanza, que nos demuestran que por más obscuro que pueda ser el camino, siempre habrá un rayo de luz, pues el amor es capaz de traspasar cualquier obstáculo.
Dentro de estas historias, existe una que realmente nos ha tocado el corazón de manera muy profunda, la historia de Prichard Colón, un joven que soñaba con ser el mejor campeón del mundo y poner en todo lo alto los colores de su natal Puerto Rico; sin embargo, el destino le deparó algo muy diferente.
Prichard, era un niño travieso, decidido y sobre todo con metas muy claras, una de ellas convertirse en campeón del mundo y dejar un gran legado en el boxeo, pero también ser uno de los mejores estudiantes, donde cabe mencionar, se graduó con honores.
Dispuesto a seguir sus sueños y con el boxeo corriendo por sus venas, Prichard ganó cinco títulos como boxeador amateur antes de hacerse profesional a los 20 años, noqueando en el cuarto asalto a Xavier Lasalle.
Desde aquel momento, Prichard enamoró a todos quienes lo veían arriba del ring, era un boxeador fulgurante que cautivaba con su boxeo, pero también con su carisma y su buena energía; Colón comenzó su carrera con 10 nocauts consecutivos que rápidamente lo posicionaron como la gran promesa del deporte.
Con el ímpetu de un joven que tenía todo para cumplir sus sueños, Prichard se preparaba para otra gran noche, confiaba en el poder de sus puños, pero sobre todo en la preparación que tuvo para enfrentar a Terrel Williams, un rival de cuidado pero que no suponía una gran amenaza; sin embargo, ese 17 de octubre de 2015, la vida y los sueños de Colón tomarían un rumbo muy diferente.
La pelea empezó a tornarse complicada y durante esta Prichard recibió diversos golpes de conejo que le provocaron un hematoma subdural causando lesiones cerebrales irreversibles. Este caso causo conmoción a nivel mundial. Se busca exigir a los réferis seguir los lineamientos de cero tolerancia a los “golpes de conejo”, el WBC creo desde 2016, la regla “Prichard Colón”, una norma que lleva el nombre de este guerrero de la vida en honor a la lucha que libra día a día.
Desde aquel día, la vida de Prichard cambio de forma radical, horas y días de angustia e incertidumbre fueron el penar de su familia; sin embargo, la esperanza jamás abandonó a su mamá, la señora Nieves Meléndez, quien hasta el día de hoy cuida de su hijo las 24 horas del día, buscando por medio de terapias alguna mejoría.
Desde el primer momento el todos en el WBC nos hemos adherido a la lucha de nuestro querido Prichard y la de su familia.
Han pasado 6 años desde aquella fatal pelea y aun cuando los doctores no han sido del todo positivos en la recuperación de Prichard, el amor, el tiempo, la dedicación, la paciencia y la entrega total de sus padres han realizado verdaderos milagros, pues ha mejorado mucho gracias a la rehabilitación y todos los cuidados que le han dado, pues sus papás no pierden la esperanza de que su hijo recobre algunas de las funciones cerebrales y motrices y es que, están convencidos que el niño que nunca se rindió y peleó por sus sueños sigue ahí, librando su más dura batalla.
La valentía de Prichard y su amor por la vida, ha conmovido muchos corazones y ha inspirado a otros tantos, hecho que le valió ser nombrado campeón honorario del WBC, distinción que, por supuesto conlleva ser poseedor de un cinturón verde y oro, ese con el que soñó desde que se inició en el mundo de los guantes. Una entrega más que emotiva, pues las encargadas de llevar y entregar el emblemático cinturón fueron, la esposa de nuestro querido miembro del WBC Bismark Morales y Ruth Rodriguez, esposa del excampeón Rosendo Alvarez quienes con todo el amor y admiración colocaron la faja en el pecho de Prichard como embajadoras de WBC Cares.
Hoy, los colores del verde y oro no solo iluminan la habitación de nuestro querido Prichard, sino también el corazón de su familia, pues, aunque el camino ha sido muy difícil ellos saben que no están solos, pues nosotros siempre estaremos en su esquina.
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