Por Mauricio Sulaimán
Hijo de José Sulaimán / Presidente del CMB
Este pasado viernes 11 de febrero se cumplió el octavo aniversario de mi elección como Presidente del Consejo Mundial de Boxeo. Por alguna extraña razón nunca recuerdo esa fecha, hasta que alguien llama o escribe para felicitarme, quizás sea por los sentimientos encontrados que me genera este evento. No había pasado ni un mes desde la muerte de mi amado padre y la Junta de Gobernadores del WBC por unanimidad me dio su confianza para dirigir esta organización.
Me involucré en el boxeo solo para ayudar a mi padre, para tratar de apoyarlo en cosas menores, ya que de niño vi cómo era su carga de trabajo, y siempre fue extraordinariamente pesada. Mis tareas eran las básicas, tomar mensajes, hacer llamadas, contestar algunas cartas, atender visitas, entre otras cosas. Una vez que estaba en la universidad, me encontré haciendo cosas más importantes, básicamente relaciones públicas, y justo después de graduarme en 1994, la Federación Norteamericana de Boxeo (NABF) me nombró vicepresidente y así comencé mis primeros pasos en la administración del boxeo. Sin embargo, mi actividad principal en la vida era administrar nuestro negocio familiar como director ejecutivo, lo que le permitió a mi padre concentrarse por completo en administrar el WBC.
Mi papá y yo teníamos muy claro algo. Solo participé en el boxeo para ayudarlo y estar cerca de él, él necesitaba viajar mucho durante mi infancia, ya que no había teléfonos celulares, ni redes sociales, ni internet, ni siquiera fax cuando comenzó su viaje como presidente del CMB, así que lo extrañé mucho por su pesada carga de viajar. Fue mi mayor ídolo, mi adoración, lo más importante de mi vida, siempre fue mi Dios. En muchas ocasiones discutimos cuando me exigía que dejara de ser parte de todas las actividades del boxeo y me dedicara de lleno a nuestra empresa, Graphic Controls. Pasarían 15 minutos, y ya me estaba pidiendo que llamara a Don King o al Sr. Honda para tratar asuntos de boxeo.
El día que falleció, una parte de mí se había ido y estaba convencido de que mi trabajo en el WBC y el boxeo habían terminado. Los servicios funerarios fueron increíblemente importantes para nuestra familia. Fue impresionante por la cantidad de personas que asistieron al Panteón Francés en la Ciudad de México, para acompañarnos y despedir a Don José. Tuvimos que extender los servicios por un par de días para darle la oportunidad a muchas personas de Asia, Europa y África de llegar a México. Necesitábamos usar el edificio completo y todas las cámaras, que estaban llenas en todo momento.
El cariño que recibimos fue tal que nos permitió comprender y apreciar cuánto había significado mi padre para miles de personas; El mundo entero nos brindó amor y nos abrazó con cariño, nos abrió su corazón y suavizó todo el dolor, brindándonos un sentimiento de orgullo y compromiso de seguir sus pasos y seguir construyendo un legado basado en sus principios y valores, pero sobre todo en la vida y en la protección de los boxeadores.
Mi madre y mi esposa, Christiane, me hicieron darme cuenta de que sería terrible para mí dejar el WBC después de experimentar lo descrito anteriormente, y así fue como me convencí de continuar en la organización para apoyar a quien fuera elegido presidente. Era ineludible que la elección debía realizarse de acuerdo con el reglamento, ya que el Presidente había fallecido, y fue así que el 11 de febrero de 2014 se llevó a cabo la sesión general de la Junta de Gobierno. Ese día fui elegido Presidente del Consejo Mundial de Boxeo.
Ya han pasado ocho años, es increíble cómo pasa el tiempo. Han pasado tantas cosas en un abrir y cerrar de ojos y aquí estamos en 2022. Algunas cosas que recuerdo en este proceso y que me han marcado de manera especial son, entre otras:
Reunión, gracias a mi hermano Héctor, el Santo Padre, el Papa Francisco, quien a través de su fundación pontífice, Scholas Ocurrentes, nos ha otorgado al WBC y a mí el gran privilegio de poder llevar adelante el programa BoxVal (Boxeo con Valores).
Ser testigo del histórico indulto presidencial que el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, otorgó al primer campeón mundial de peso pesado afroamericano, Jack Johnson, en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Teniendo el gran honor de asistir al Premio Nacional del Deporte que el Gobierno de México le entregó a mi padre a título póstumo. Siempre fue el sueño de mi padre ser reconocido en su país, y ese día fue increíble ver a mi madre recibir ese premio.
Ser premiado con el mismo honor en 2020, y estar en la ceremonia junto a Fernando Valenzuela.
Con diferencia, lo más gratificante es poder contar con la amistad, el respeto y el cariño de la gran mayoría de boxeadores. Son parte de mí, tengo una amistad sincera de por vida con ellos. Me da mucha satisfacción ser amigo de aquellos que recién comienzan, que tienen la ambición de algún día cumplir sus sueños. Y cuando lleguen al campeonato y empiecen a crecer, y también los que son superestrellas, como Canelo Álvarez y Tyson Fury, Jackie Nava, y por supuesto los que ya colgaron los guantes, sin importar su nivel de grandeza o popularidad, el WBC siempre será su hogar y los Sulaiman, su familia.
El sábado pasado asistí junto con mi esposa a la boda de Evander Holyfield y su ahora esposa Shevon. Estuve muy complacido de haber sido invitado por Evander. Solo unos pocos de nosotros se consideraban parte de la familia del boxeo y por eso me siento muy honrado. Fue una lección de humildad ver a ese gran campeón, que era temido en el ring, mostrar su lado más íntimo. Su amor por Shevon fue evidente en todo momento y la ceremonia fue tan memorable. Pasé un gran momento compartiendo este momento con Kathy Duva, Leon Margules y su esposa, y Henry Tillman y su prometido.
Para nosotros, como pareja, fue una gran experiencia de vida, nos llevó a renovar nuestros votos que una vez ofrecimos frente a Dios el día de nuestra boda hace casi 22 años. Los que tan comúnmente se rompen en la sociedad actual. El matrimonio es sagrado y es para toda la vida, dándolo todo, tanto en las buenas como en las malas, en la riqueza o en la pobreza, en la salud o en la enfermedad. En esta ceremonia logramos revivirlo y agradecer a Dios por mantener nuestro matrimonio en un hogar lleno de amor, respeto y entendimiento mutuo.
¿Sabías?
El Consejo Mundial de Boxeo ha tenido seis presidentes en sus 59 años de existencia. El primero fue Onslow Fane de Inglaterra, quien al día siguiente nombró como presidente activo a don Luis Spota, luego Justiniano Montano de Filipinas fue seguido por el profesor Ramón G. Velázquez. En 1975 fue electo mi padre, José Sulaimán, cargo que ocupó hasta su último suspiro el 16 de enero de 2014, seguido por mí.
La anécdota de hoy…
Una de esas veces que mi padre me dijo que me alejara del boxeo y me dedicara a la empresa fue precisamente durante la semana de la histórica pelea entre Julio César Chávez y Greg Haugen en el estadio Azteca con lleno total. Me perdí toda la gran actividad alrededor de la semana de la pelea, el entrenamiento público, la conferencia de prensa y el pesaje.
Llegué al Estadio Azteca con mis amigos como un hincha más. Cuando el estadio estaba lleno antes de que Chávez saliera del vestidor, mi papá estaba dentro del ring con una gran sonrisa y de repente bajó la vista para verme y me dijo: “Hijo mío, ven, súbete al ring conmigo”, y fuera de A pesar de todo le dije que no, por el hecho de que me había dicho que dejara el boxeo. Su rostro se puso evidentemente triste cuando vio mi respuesta rebelde. Me impactó tanto, que salté para subir al ring y mientras lo abrazaba vi caminar al ring de Chávez mientras ciento treinta y seis mil fanáticos cantaban México Lindo y Querido.
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